La loterÃa
Nos han hecho varias consultas sobre la relación del profesor Fassman con la loterÃa de Sort. Respondemos, en primer lugar, a un comunicante anónimo que dice saber que el profesor Fassman le aconsejó al lotero de la famosa administración "La Bruixa d'Or" que cambiara de local cada cuatro años porque de ese modo le tocarÃa el gordo. Nos pregunta qué hay de cierto en ello y si el lotero tiene la intención de volver a cambiar de local.
La verdad es que de cierto, nada en inguna de las dos preguntas. Si Fassman llegó a decir algo semejante al lotero, no cabe de duda de que lo hizo en broma. Fassman decÃa, lógicamente, que era imposible que la mente pudiera influir en la mecánica de las bolas y los bombos. Alguna vez realizó el truco de depositar el número ganador en una caja ante notario, como lo hizo recientemente Anthony Blake con una brillante puesta en escena. Y muchas veces daba un número de la suerte a quien se lo pediera. En estos casos lo explicaba diciendo que quien estaba convencido de su poder para adivinar números ganadores, no aceptaba una respuesta racional. Más valÃa, por lo tanto, darles algo, que no una negativa estéril.
Esta norma de conducta -por llamarlo asÃ-, le jugó una mala pasada en una ocasión. Fassman llegó a La Habana con Deyka y su representante, Antonio Toscani, en 1949, contratado para realizar varios espectáculos. A efectos de promoción, én aquella época se llevaba a periodistas y fotógrafos a la escalerilla del avión para recibir a las celebridades. Fassman contaba que uno de los periodistas que habÃa ido a recibirle se habÃa puesto particularmente pesado insistiendo que dijera qué número saldrÃa premiado en la loterÃa y que, para sacárselo de encima, le espetó los primeros números que se le pasaron por la imaginación. La cifra que Fassman dio fue publicada en la prensa y dÃas después coincidió con el primer premio de la loterÃa.
Los efectos de esa coincidencia fueron muy desagradables. Por una parte, Fassman no podÃa salir ni al vestÃbulo del hotel sin verse asediado por gente que le pedÃa el número ganador del sorteo siguiente. Por otro, pasó un rato de profundo malhumor expresado en voces que sólo sus paisanos habrÃan podido entender claramente. Fassman recriminaba al universo entero y sobre todo a sà mismo no haber comprado el número en cuestión. Le afectó especialmente el titular de uno de los periódicos: "Fassman millonario al adivinar el número ganador." Su reacción fue impublicable.
​